Nos acompañó el viento todo el camino, pero al llegar al término municipal de Villalba de la Sierra, se alió con nosotros y se transformó en una suave brisa. Esto nos permitió poder disfrutar de un picnic en plena naturaleza, envueltos de sensaciones y paisajes relajantes y agradables. No faltó la siesta para alguno. Me acompañaban Pedro y mi sobrino Víctor con su novia, Sheila(foto). Pude disfrutar de un minipaseo en soledad, aunque en un bosque la soledad es muy relativa porque una se ve acompañada por multitud de sonidos que habitualmente no disfrutamos como el cantar de la chicharra y los pájaros, el cri cri de un grillo o el crujir de los pinos mecidos al antojo del viento. En realidad en un bosque hay un pequeño mundo que muchas veces pasa desapercibido a nuestros ojos si uno no se toma tiempo en el silencio para percatarse de toda la belleza que nos regala y que nos rodea. Tienen vida propia. Fluyen en este entorno, casi sin querer, los diálogos interiores, los suspiros, el anhelo de no poder tener a mano todos los días las mismas sensaciones, la misma música como regalo a los oídos. Los árboles apenas dejaban entrar los rayos del sol, las piñas se amontonaban, las ramas caían...hubo momentos en que me invadieron pensamientos un tanto catastrofistas, preguntas como ¿cuánto tiempo tendremos esto?¿cuánto tiempo podremos conservarlo?¿cuánto tardará alguna mano asesina en prenderle fuego?...a veces no lo puedo evitar, la perfección existe y algunos piensan sólo en cómo destruirla. Esta zona no está especialmente sucia, al contrario, está cuidada y controlada, pero muchas otras en el trayecto nos ofrecían una magnífica postal de toda la basura que se puede llegar a amontonar junto a las raíces de un árbol. En definitiva, es este sitio un regalo, un lugar maravilloso para soñar y enamorarse más si cabe, de la madre naturaleza.
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